sábado, 9 de febrero de 2008

El presidente de España en el foro sobre calidad ambiental y proceso social


INTERVENCIÓN DE JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO EN LA CLAUSURA DEL FORO SOBRE CALIDAD AMBIENTAL Y PROGRESO SOCIAL

Madrid, 10 de diciembre de 2007

Seguimos avanzando en la definición y el debate de lo que representa nuestro programa electoral, de cara a las elecciones de marzo. Sé que habéis trabajado con intensidad, en una de las áreas más importantes que tenemos para presentar ante los ciudadanos, una oferta de futuro como es aquello que afecta al cambio climático, a la sostenibilidad y al nuevo modelo económico que reclamamos y que seremos capaces de llevar adelante. En algo más de los dos últimos siglos, el género humano ha protagonizado logros decisivos para la pervivencia y calidad de la vida individual y para la organización de la convivencia colectiva.

Los avances científicos han permitido dominar enfermedades y prolongar la existencia. La expansión de la producción ha aliviado la carencia, primero, y distribuido bienestar, después. El reconocimiento y protección de los derechos individuales ha convertido a las personas en ciudadanos, dueños conjuntamente del destino de su comunidad. El desarrollo de los modelos de protección ha proporcionado seguridad, equidad y solidaridad.

Sin embargo, todo ello no ha conformado más que a una parte significativa, pero minoritaria, de la realidad mundial. El hambre y la pobreza marcan la existencia de miles de millones de seres humanos. Como miles de millones cohabitan con la carencia de derechos, la desigualdad y la exclusión.

Responder a esa asimetría de bienestar, oportunidades y condiciones de dignidad, es un reto fundamental, al que estamos moralmente obligados a responder urgidos por nuestros valores.

Pero a esa realidad transformada no podremos llegar si no atendemos de manera inmediata al gran desafío de nuestro tiempo, la amenaza que nos plantea la sostenibilidad medioambiental y las múltiples consecuencias del cambio climático.

Se trata de un desafío que hemos de asumir hoy, no sólo para configurar nuestro futuro, sino sencillamente para que pueda haber futuro.

El modelo de desarrollo con el que ha prosperado el mundo en los dos últimos siglos y medio ha tocado techo. Ha empezado a producir intensos efectos perversos y su mera continuidad resulta sencillamente inviable en el ya inmediato futuro.

Construir otro modelo alternativo costará tiempo y producirá efectos en todo el conjunto de la vida social. Pero hay una urgencia ineludible: frenar y revertir la dinámica actual.

No tiene sentido confiar en que más pronto o más tarde las cosas volverán a un cauce natural del que ya se han salido.

No cabe cerrar los ojos ante un cambio que es ineludible, porque no es admisible perseverar en la inconsciencia, poniendo en riesgo nuestra propia pervivencia.

Podemos convertirnos en aliados de ese cambio. Podemos aprovechar los beneficios potenciales que ese cambio contiene. Tenemos a nuestro favor una creciente conciencia mundial de nuestra vulnerabilidad actual, una creciente movilización social sobre la urgente necesidad de dominar los factores que provocan esa vulnerabilidad, antes de que ella acabe finalmente por superarnos.

Seguramente estamos ante la amenaza más global de toda la historia de la vida de los seres humanos. Y por ello, la respuesta tiene que articularse globalmente.

Nosotros trabajamos y lo seguiremos haciendo, en pro de esa articulación global, por ejemplo en el ámbito de Naciones Unidas; lo hacemos y lo haremos para impulsar las estrategias regionales, por ejemplo en el ámbito de la Unión Europea; lo hacemos y lo haremos ayudando a otros países, por medio de la cooperación al desarrollo.

Pero vamos a asumir compromisos en términos nacionales, vamos a definir objetivos y a obligarnos con ellos; vamos a desarrollar estrategias y a implicarnos en su cumplimiento; vamos a impulsar medidas y atribuirles medios. España quiere ser ya ejemplo y llegar a convertirse en modelo. La próxima Legislatura avanzaremos más que nunca. Ahora estamos aquí para tomar velocidad, perfilando los análisis, las ideas y las propuestas que configurarán nuestro programa electoral.
Empecemos por constatar lo que sólo los voluntariamente ciegos se niegan a considerar.

El cambio climático no es ya un riesgo probable. Es una evidente realidad. Una realidad compuesta de hechos.

Once de los doce últimos años han sido los más calurosos desde que, hace 150, se establecieran los registros de temperaturas. Llevamos treinta años de continua desaparición de la extensión de hielo en el planeta. El nivel del mar viene subiendo desde hace casi medio siglo. Las precipitaciones han alterado notablemente su distribución, disminuyendo, por cierto, en nuestra área geográfica.

El consenso sobre las causas del calentamiento global es, en la práctica, unánime: La acción humana es el factor determinante.

A ella se debe el considerable aumento en la atmósfera de las concentraciones de CO2, metano y óxido nitroso.

A ella se debe la emisión de gases de efecto invernadero.

A ella se debe el cambio climático, en los términos definidos por Naciones Unidas en 1992, es decir, “el cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial”.

El mundo político ha tardado en conformar una conciencia política acerca del riesgo que estábamos empezando a correr. No por falta de alertas. No por la irrelevancia de quienes nos alertaban. No por los apoyos de evidencia que contenían esas alertas.

Hace ya casi tres décadas, en 1979, Naciones Unidas convocó la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima, que subrayó la necesidad de abordar una acción conjunta a nivel internacional. Hace 20 años se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el objeto de revisar la evidencia científica acumulada, analizar sus impactos, prever sus repercusiones y estudiar y proponer medidas para evitar su impacto y atenuar sus efectos. Dicho Grupo entregó un Primer Informe de Evaluación, que recogía el diagnóstico de 400 científicos, en 1991. Ya entonces constataba la realidad del calentamiento atmosférico y requería a la comunidad internacional a que actuara en consecuencia. Dicho Grupo Intergubernamental emitió sucesivamente sus informes en 1991, 2001 y 2007, este último con ocasión de su reciente reunión en Valencia.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, aprobó la Convención Marco sobre Cambio Climático, que está en el origen de la Cumbre de Kioto, de 1997, donde se asumió el Protocolo destinado a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero en el horizonte de 2012.

Estábamos pues avisados, pero reaccionamos con parsimonia.

Hoy nadie discute la esencia y la importancia de la cuestión, aunque no todos están igualmente dispuestos a afrontarla con seriedad y con todas las consecuencias.

Ningún líder político se permite ignorarla ni banalizarla. Ningún país relevante puede permitirse eludirla.

De hecho, el gobierno de los Estados Unidos, claramente reticente a Kioto, convocó hace pocas semanas una reunión internacional con los 16 países más emisores del planeta y el gobierno chino, país decisivo en las emisiones actuales y futuras, ha presentado igualmente un Programa de Cambio Climático.

La síntesis analítica del informe de 2007 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático es que el calentamiento del sistema climático es inequívoco; que la evidencia observada en todos los continentes y en la mayoría de los océanos muestra sistemas naturales afectados por cambios climáticos regionales; que los impactos resultantes del calentamiento son inevitables debido a las emisiones del pasado; y que será necesaria la adaptación para poder asumirlos.

Pero también nos señalan los expertos, y esto es lo relevante a efectos de nuestra acción social y política, que muchos impactos pueden ser evitados, reducidos o retrasados por la mitigación, y que, si avanzamos en el camino del desarrollo sostenible mediante medidas relativas al suministro energético, el transporte, las viviendas, la industria, agricultura, silvicultura y bosques, así como los residuos, podremos reducir nuestra vulnerabilidad al cambio climático.

Tenemos que avanzar, por tanto, en ese camino del desarrollo sostenible. ¿Lo estamos haciendo nosotros? cabe preguntarse.

La respuesta es que hemos dado pasos significativos, que hemos conseguido frenar una deriva negativa, que hemos invertido la tendencia, que estamos en el buen camino. Y también, también, que nos queda mucho más por recorrer.

El punto de partida en el cumplimiento de nuestros objetivos y de los compromisos asumidos nos dejó ya muy atrás. España ratificó la Convención de 1992. Pero aunque el gobierno anterior ratificó el Protocolo de Kioto, los ocho años de su gestión supusieron de hecho un frenazo. Poco prudentemente, se especuló con la posibilidad de que el Protocolo no entrase en vigor y se optó por la inacción.

Tampoco estuvieron bien defendidos nuestros intereses. La defectuosa negociación de Kioto nos ha perjudicado ahora, diez años después. Asumimos entonces unos objetivos aparentemente más laxos que el resto de países. Nos obligamos a no superar un crecimiento del 15%, mientras que el conjunto de la Unión se comprometió a reducir las emisiones en un 8%. Pero, medidos en términos relativos, esos compromisos eran realmente más exigentes para España.

En 1990, cada español emitía algo más de 7 toneladas de gases de efecto invernadero, por 11 de media de la Europa a 15. En 2004, alcanzamos 10 toneladas, mientras que la media de la Unión superaba los 11. Es decir, que
mientras nos alejábamos de nuestro objetivo, todavía estábamos por debajo de esa media, de la media europea.

Hubo, pues, una mala negociación en el reparto de los esfuerzos a realizar por los distintos Estados miembros. Estábamos muy por encima de lo que nos habíamos comprometido a cumplir. No se había aprobado el Plan Nacional de Asignaciones requerido por Bruselas, y la Estrategia Española de Ahorro y Eficiencia Energética aprobada no tenía calendario, ni dotación presupuestaria.

En esas condiciones accedimos al Gobierno. Nos propusimos revertir la situación, invertir la tendencia histórica, en la que nuestras emisiones han crecido de manera acompasada al crecimiento de la economía en las últimas décadas.

Hemos conseguido avanzar, en vez de retroceder, porque actuamos inmediatamente y en múltiples campos de actividad.

Clarificamos los compromisos de cada cual aprobando en el mismo 2004 el Plan Nacional de Asignaciones para el periodo 2005-2007.

Promovimos el ahorro al aprobar en 2005 el Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética para 2005-2007, con un apoyo financiero de más de 700 millones de euros.

En ese mismo 2005 apostamos intensamente, y a largo plazo, por reducir el impacto derivado del transporte, al comenzar la gran inversión del Plan Estratégico de Infraestructuras del Transporte, el PEIT, que opta preferentemente por el ferrocarril, el modo que genera menos emisiones de gases de efecto invernadero.

Y todavía en 2005 abordamos el apartado de la generación, al aprobar un nuevo Plan de Energías Renovables 2005-2010, al que destinamos 8.500 millones.

Quiero, por cierto, subrayar que las empresas españolas son líderes mundiales en materia de energías renovables y de eficiencia energética. Saben mejor que nadie que el futuro energético de la humanidad pasa por esas nuevas fuentes de provisión, y que ello requiere nuevas tecnologías y nuevas formas de organización y distribución. Investigan, generan energía, contribuyen a un componente final más limpio, y obtienen beneficios de gran valor añadido que tendrán aún más valor en un futuro inmediato.. Sin su contribución sería muy difícil avanzar en nuestro país.

En 2006 sumamos el esfuerzo de un mayor ahorro energético en los edificios y en los hogares, estableciendo obligaciones de incorporar fuentes de energía solar, por medio del Código Técnico de la Edificación que entonces aprobamos. Una de las normas más avanzadas del mundo desarrollado para afrontar la renovación energética.

Las acciones emprendidas han empezado a dar su fruto. En 2006 hemos desacoplado el incremento de las emisiones del crecimiento de la economía. Mientras ésta creció cerca del 4%, las emisiones se redujeron en otro 4%. Todo parece indicar que en 2007 continuará ese comportamiento diferenciado.

Hemos controlado nuestro desfase en el presente, y también nos hemos preparado para ser vanguardia en el futuro.

En 2007 asumimos que nuestra lucha requiere conocimiento y que el conocimiento exige investigación. Convertimos por primera vez al Cambio Climático y la Energía en una acción estratégica prioritaria del Plan Nacional de I+D+i para 2008-2011. En este campo hemos iniciado proyectos de oxicombustión, captura y almacenamiento de CO2, como por ejemplo, la Ciudad de la Energía, en el Bierzo.

También en este año hemos abordado acciones coordinadas de mitigación. Hemos puesto en marcha la elaboración de un Programa Coordinado entre el Gobierno de España y las Comunidades Autónomas en I+D+i sobre impactos y adaptación al cambio climático, que inicialmente considera los sectores de salud humana, turismo, agricultura y bosques.

Hemos aprobado la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia. Esta Estrategia, marco de todas las actuaciones de las administraciones públicas españolas y de los agentes privados en la materia, busca asegurar el cumplimiento del compromiso asumido por España con la ratificación del Protocolo de Kioto; preservar la competitividad de la economía española y la creación de empleo; compatibilizar todo ello con la estabilidad económica y presupuestaria; y garantizar la seguridad del abastecimiento energético.

Para la consecución de estos objetivos, la Estrategia recoge cerca de 200 medidas y 75 indicadores para su seguimiento.

La Estrategia se complementó con un Plan de Medidas Urgentes para que comenzase a aplicarse en 2007 en lo que compete al Gobierno de España.

Hemos aprobado asimismo el Segundo Plan Nacional de Asignaciones, y el Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética, ambos con el horizonte 2008-2012.

Con el Plan de Ahorro y Eficiencia específico para los edificios de la Administración General del Estado hemos asumido el objetivo de ahorrar un mínimo del 9% en el 2012, que llegará hasta un 20% en 2016.

También hemos aprobado los Decretos de participación de España en los Mecanismos de Flexibilidad del Protocolo de Kioto; y los de Energía Eólica Marina, y de Instalaciones Térmicas de Edificios.

Hace apenas dos semanas, el Gobierno aprobó la Estrategia Española de Desarrollo Sostenible. Las dos Estrategias, ésta y la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia, van de la mano. La plena aplicación de ambas será nuestra guía para la próxima Legislatura.

Después de cuatro años estamos en otro punto de partida para los cuatro siguientes. España, que lleva años liderando el crecimiento económico europeo, tiene que conseguir un papel equivalente en la lucha contra el cambio climático.

Esa es la ambición con la que tenemos que elaborar nuestra oferta electoral. Tenemos que mirar lejos, porque el reto que afrontamos lo tenemos ya cerca.

Hemos dado hasta ahora, como os he dicho, una buena respuesta. Pero la propuesta tiene que ser más audaz que la respuesta. Tenemos que conseguir más intensidad, ir más lejos en ese camino y alcanzar más rápido metas más ambiciosas.

El informe “El Cambio Climático en España. Estado de de Situación 2007”, que me entregó hace unos días el grupo de expertos españoles, advierte que no conseguiremos lo que necesitamos si no nos implicamos colectivamente en este gran objetivo nacional. Pero que el Gobierno tiene que asumir la responsabilidad de liderar a la sociedad. Había asumido ya el compromiso de hacerlo, pero lo he reafirmado con mayor intensidad después de escuchar y de dialogar con ellos.

Los expertos españoles han sido tan claros como los expertos internacionales, y señalan que España tiene retos similares a los demás países industrializados El informe relativo a España es tan concluyente como pueda ser el Informe Stern para el Reino Unido: el cambio climático constituye una amenaza seria para nuestro país, y puede afectar muy seriamente a nuestros recursos hídricos, a la biodiversidad, a la desertificación, pero también a nuestra salud. Podemos prepararnos y trabajar para mitigarlo y para reducirlo y además para abrir oportunidades a una economía que se aleje del carbono, que cada vez incorpore más fuentes alternativas y renovables. Que será una economía ganadora en el futuro, generadora de incentivos a la investigación, a la innovación, a nuevos yacimientos de empleo y al aumento de la competitividad de nuestra economía.

Tenemos que actuar sobre los sectores que entre nosotros producen más emisiones. Tenemos el perfil típico de un país industrializado, en el que la quema de combustibles fósiles representa el 80% de la producción y uso de la energía. Tenemos asimismo el perfil de un país en el que los diferentes sectores -transporte, industria, o consumo doméstico- tienen, todos ellos, un impacto notable. Por ello tenemos que actuar también en todos los sectores.

Trabajamos para presentar un programa que incluya medidas relevantes que incentiven a aquellas empresas que hagan público su compromiso de reducción de emisiones de CO2, las acciones que ponen en marcha y los resultados anuales que obtienen; medidas relativas a la movilidad sostenible, con incentivos que hagan atractivo prescindir del transporte individual; medidas para apoyar los requisitos establecidos para nuevos edificios por el Código Técnico de la Edificación; medidas de eficiencia energética; medidas de potenciación de I+D+i, en energías renovables y, en particular, sobre las posibilidades de convertir energías renovables intermitentes en un suministro continuado; medidas para intensificar la investigación en captura y almacenamiento de CO2; medidas de promoción de la utilización de los biocarburantes, en particular de los de segunda generación como los residuos agrícolas y forestales y de otras materias primas no alimentarias.

Para conseguir nuestro empeño de controlar y hacer remitir las consecuencias del cambio climático, necesitamos la implicación de toda la sociedad por un prolongado periodo de tiempo. Y un empeño de esa naturaleza requiere triunfar, en primer lugar, en la conciencia y en la voluntad de la gente. Lo está haciendo, cada vez más. Por eso creo que es posible convertir el hogar de cada uno en el primer valladar al consumo energético. Y los jóvenes deben ser nuestros principales y más activos abanderados. Muchos ciudadanos tienen buenos deseos de afrontar el reto del cambio climático, tenemos que hacer que esos buenos deseos puedan convertirse en realidad. Muchos ciudadanos se preguntan qué pueden hacer por su país para frenar los efectos del cambio climático y tener un nuevo modelo energético.

Para ello quiero anunciar que pondremos en marcha un ambicioso Plan de Rehabilitación Energética Integral de Edificios ya construidos.

Es un Plan que busca que los viejos edificios acaben cumpliendo los requerimientos del Código Técnico de Edificación, logrando la mejor Certificación Energética.

Dado el carácter integral de las actuaciones, dicho Plan superará las posibilidades actualmente existentes para obtener ayudas con el fin de abordar un aspecto concreto y parcial de un edificio que genere una mejora en la eficiencia energética del mismo, y además pretendemos, en efecto, que las acciones emprendidas partan de un proyecto global; que como resultado se obtenga una certificación energética que avale la mejora realizada; y, por todo ello, que, junto con la reducción en la factura energética, se le de un valor añadido al cada edificio rehabilitado o renovado.

Como consecuencia de esas acciones integrales, se valorará el aporte en relación con la reducción en el consumo energético, que podría variar entre un 35 y un 60%.

En concreto, el Programa va a incluir las siguientes medidas. En primer lugar, una línea de subvención directa de 1000 millones de euros para la rehabilitación energética de viviendas en el periodo 2008-2012; en segundo lugar, una nueva línea de crédito del Instituto de Crédito Oficial de 2000 millones de euros anuales, 8000 a lo largo de la legislatura. Esta medida permitirá a los hogares financiar la parte de la reforma de su vivienda que no quede cubierta por las ayudas directas anunciadas en condiciones de financiación preferentes.

Con las medidas del Plan de Acción, el aumento de las ayudas directas y con las nuevas líneas de financiación para los hogares que les acabo de anunciar, queremos facilitar que 500.000 viviendas se rehabiliten para el ahorro energético durante la próxima legislatura.

Además vamos a dotar un fondo específico de 200 millones euros para financiar obras de rehabilitación y renovación de edificios y escuelas públicas, en las ciudades de más de 50.000 habitantes. Siguiendo la iniciativa de las ciudades energéticamente responsables del Presidente Clinton, favoreceremos un partenariado entre el Estado, los ayuntamientos y las principales entidades financieras del país para acometer una transformación total de los edificios públicos de las ciudades de nuestro país, que se conviertan en edificios sostenibles y con una nueva fuente de energía.

Por otra parte, la lucha contra el cambio climático es una exigencia, pero nos ofrece asimismo la oportunidad de cambiar algunos elementos esenciales de nuestro modelo productivo que se han convertido ya en incompatibles a la larga con nuestro modelo de sostenibilidad.

Luchar contra el cambio climático requiere asumir esfuerzos, pero no hacerlo, además de ser inviable a medio plazo, comporta todavía costes superiores.

Así lo señalan todos los Informes que hemos conocido en los últimos tiempos, y lo hacen con más énfasis cuanto más recientes son. Así lo hacen la Comisión Europea, el Informe Stern o el último Informe del Grupo de Expertos de Naciones Unidas.

El coste de no actuar tendría consecuencias incluso en la disminución a medio plazo del PIB mundial, de la riqueza capaz de generar el mundo, a aparte de importantes consecuencias para determinadas políticas, en especial para la sanitaria.

El coste por tanto es superior al esfuerzo que tenemos que realizar.

Se calcula que, en el mundo, entre 2000 y 2004, 262 millones de personas se vieron afectados anualmente por desastres climáticos: de ellos más del 98% en países en desarrollo. En otras palabras: pobreza y cambio climático van de la mano.

Pobreza y cambio climático que tienen rostro humano. En Etiopía y en Kenya, los niños tienen entre un 36% y un 50% más de posibilidades de padecer malnutrición si nacieron en un año de sequía: sólo en Etiopía estos se traduce en dos millones de niños con desnutrición adicionales sólo en 2005. En Níger, el número de niños nacidos bajos de peso se incrementa en un 72% en años de sequía. En India, los años de inundaciones se traducen en una reducción del 19% de la escolarización de las mujeres. Con un aumento medio de temperaturas de 3ª, el número de desplazados que las inundaciones producirían en países en desarrollo se estima en 330 millones de personas. El número de afectados por malaria – una enfermedad que ya se cobra un millón de vidas al año, sólo en África - por el aumento de temperaturas podría incrementarse entre 220 y 400 millones de personas.

Las consecuencias del cambio climático, en definitiva, ponen en riesgo los logros conseguidos en el avance aún insuficiente hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Actuar es, por tanto, también una cuestión de solidaridad y compromiso en el que España se viene empleando a fondo, cumpliendo con la palabra dada. Hoy se daba a conocer el Informe de la OCDE que pone de manifiesto que en estos tres años, España es el segundo país del mundo desarrollado que más ha incrementado la ayuda al desarrollo, la ayuda a la cooperación, duplicando los recursos y demostrando una capacidad de liderazgo, por la extensión de esa ayuda, de manera muy singular al África subsahariana. Ya somos la octava economía del mundo en ayuda al desarrollo. Nos hemos puesto al mismo nivel que la octava potencial industrial, en tan solo tres años y como he comprometido en alguna ocasión, en la próxima legislatura España estará a la cabeza de las economías más potentes y más industrializadas del mundo en ayuda al desarrollo, llegando al 0´7 % del PIB, igual que hemos llegado en este 2008 al 0´5, tal y como habíamos comprometido.

No solo hay cuestiones de solidaridad por la vinculación entre cambio climático y pobreza. Para España, afrontar con todas las consecuencias el cambio climático es una cuestión de fuerte interés propio. Los efectos climáticos pueden ser superiores para nosotros que los esperados a nivel global. Arriesgamos más que otros la disminución de nuestros recursos hídricos, la regresión de nuestras costas, la disminución de nuestra rica biodiversidad, el daño a nuestros ecosistemas, la erosión irreversible de nuestro suelo. Muchas de las actividades productivas de una economía de servicios como la nuestra están a expensas de nuestro clima o de nuestro patrimonio natural.

Por eso, estoy firmemente decidido a luchar contra el cambio climático y a que este país esté a la cabeza. A luchar en el ámbito global. A luchar en el ámbito europeo. A luchar en el ámbito español. A luchar en nuestras propias casas. A activar al Gobierno para esta lucha.

Mañana mismo comienza el tramo ministerial de la Cumbre de Bali. Una cita en la que vamos a aportar nuestro esfuerzo para conseguir que se cierre con éxito y queden establecidas las líneas de actuación sobre las que se trabajará a partir de 2012.

Quiero que allí la Unión Europea mantenga y profundice su liderazgo, que defienda como objetivo que la temperatura media global no aumente por encima de los 2º C. Para ello la Unión ha decidido reducir de forma autónoma sus emisiones de dióxido de carbono en un 20% para 2020 respecto al nivel de 1990. Una cifra que podría llegar al 30% si otros países industrializados se comprometen a lo mismo.

España, junto con la Unión Europea, considera fundamental para posibilitar un acuerdo post-Kioto, que se fortalezca la financiación internacional para que los países en vías de desarrollo puedan acceder a tecnologías más limpias.

En esa línea se enmarca una parte sustantiva de nuestra cooperación al desarrollo. Hemos contribuido a crear la Red Iberoamericana de Oficinas de Cambio Climático. Una herramienta para facilitar los consensos y la identificación de prioridades. Dentro de esta Red se encuadra el Programa Iberoamericano de Adaptación al Cambio Climático y la cooperación con la Asociación de Reguladores Iberoamericanos de energía.

Apoyamos, además, el desarrollo de la Estrategia Global de la Salud y el Cambio Climático, a la cual contribuimos con una dotación extraordinaria de tres millones de euros, adicional a los ocho millones de euros ya aportados a la Organización Mundial de la Salud.

Asimismo, hemos reforzado nuestra aportación a los mecanismos internacionales de ayuda humanitaria y reacción ante catástrofes naturales, para reforzar la capacidad de prevención, alerta temprana y reacción ante los desastres naturales incrementados por el cambio climático.

Amigas y amigos,

haremos un buen programa. Pondremos a nuestro país rumbo al liderazgo en la lucha contra el cambio climático y a la transición a un nuevo modelo productivo, una economía que se aleje del carbono y se acerque a energías renovables. Esta vez, en este arranque del siglo XXI, España puede estar en el liderazgo de una nueva transición económica. En las últimas no pudimos estar por nuestro atraso histórico, ahora podemos y debemos hacerlo porque es ante todo, una fuente de oportunidades además de un gran compromiso ético y una necesidad con nuestro entorno y con las generaciones que han de venir. Tenemos la convicción de partida; tenemos la experiencia de estos años y sabemos donde están las dificultades a superar; tenemos investigadores, empresas y ciudadanos comprometidos con estos objetivos, que se preguntan qué pueden hacer y a los cuales, queremos darle respuesta oportuna.

Ellos y nosotros sabemos que hemos atravesado los límites, que tenemos todas las luces rojas encendidas, que estamos en la frontera, y que no podemos pasar del punto de no retorno.

Ellos y nosotros sabemos que no hablamos solo del futuro, sino de qué tenemos que hacer para que haya futuro.

Ellos y nosotros sabemos que confrontamos una amenaza seria. Y tenemos la certidumbre de que solo la evitaremos si actuamos con urgencia.

Os invito a vosotros y a todos los ciudadanos a actuar con urgencia. A poner este país al frente del reto de ganar la lucha contra el cambio climático y hacer un país que ahorre y produzca energía de forma alternativa, hacer un pais que esté en el liderazgo de la innovación de la producción sostenible, de una forma de vida más habitable y que además genere esperanzas a millones y millones de personas en el mundo, para las que el cambio climático supone simplemente la miseria la pobreza y la falta de salud.

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